por LIZZIE WADE
La escasez de oxígeno, las bajas temperaturas y la intensa radiación ultravioleta hacen de los Andes un lugar difícil para vivir. ¿Cómo se adaptaron los humanos a tales alturas? Un nuevo estudio de ADN antiguo y moderno sugiere que la respuesta incluye cambios en los músculos del corazón. El mismo estudio encontró que los antiguos montañeses se adaptaron para digerir el almidón más fácilmente ya que llegaron a depender de las papas como alimento y que lo más probable es que se separaran de sus hermanos de las tierras bajas hace unos 8750 años. Pero esas conclusiones han sido cuestionadas por científicos que dicen que la población de comparación es simplemente demasiado distante para revelar algo específico sobre la vida en las tierras altas.
Para descubrir cómo los antiguos andinos se adaptaron a vivir a más de 2500 metros, John Lindo, un genetista de poblaciones de la Universidad Emory en Atlanta, secuenció siete genomas de personas que vivían cerca del lago Titicaca en los Andes peruanos desde hace 6800 años hasta hace aproximadamente 1800 años. Luego el equipo comparó esos genomas con datos genéticos de dos poblaciones modernas: los aimaras de Bolivia y los huilliche-pehuenche, que viven en la costa de las tierras bajas del sur de Chile.
Otra gente que vive en las alturas, la gente de la meseta tibetana, tiene variaciones genéticas que reducen los niveles de hemoglobina en la sangre y hacen que sus cuerpos sean extremadamente eficientes en el uso de oxígeno. Entonces Lindo y sus colegas escanearon los antiguos genomas de América del Sur en busca de signos de adaptaciones similares. No encontraron lo que buscaban, pero vieron signos de selección en un gen llamado DST, relacionado con la salud cardiovascular y el desarrollo del músculo cardíaco, informaron en Science Advances. Eso, dice Mark Aldenderfer, arqueólogo de la Universidad de California (UC), coautor del estudio, “sugiere un proceso muy diferente mediante el cual los pueblos andinos antiguos se adaptaron a la vida en las alturas”.
Un signo aún más fuerte de selección natural apareció en genes relacionados con la digestión del almidón. Debido a que la papa con almidón fue domesticada en los Andes y rápidamente se convirtió en un alimento básico, tal adaptación tiene sentido, dice Lindo. Al medir el número de diferencias genéticas aleatorias que se acumularon de manera constante a lo largo del tiempo entre las poblaciones de las tierras altas y las tierras bajas, el equipo de Lindo estima que la división genética entre esos pueblos probablemente ocurrió hace unos 8750 años, una fecha que encaja con los datos arqueológicos.
Pero algunos genetistas se preguntan si estas diferencias están realmente relacionadas con la vida en las tierras altas. Los Huilliche-Pehuenche costeros viven tan al sur de los Andes que sus genomas no son una comparación significativa con los grupos antiguos y modernos de las tierras altas, dice Lars Fehren-Schmitz, antropólogo biológico de la UC Santa Cruz. Él cree que las variaciones genéticas utilizadas para estimar cuándo se dividieron los grupos no son evidencia de que las personas se muden a las montañas, sino probablemente un remanente de diferencias que ya tenían varias poblaciones cuando se establecieron en América del Sur. “Es como comparar manzanas y peras”, coincide Bastien Llamas, genetista de la Universidad de Adelaide en Australia. La única forma de ver qué diferencias genéticas son verdaderas adaptaciones a gran altitud, dicen, sería comparar a los antiguos andinos con los antiguos habitantes de las costas cercanas de Perú o el norte de Chile. Lindo está de acuerdo en que esas serían mejores comparaciones, si los datos sobre ellas estuvieran disponibles.
Una gran diferencia entre los huilliche-pehuenche y los montañeses modernos es cómo sus antepasados se vieron afectados por el contacto y la colonización europeos. Al modelar los cuellos de botella de la población del pasado, Lindo calculó que la población indígena de las tierras altas se redujo en un 27% después del contacto con los europeos. Pero un impactante 97% de los antepasados de Huilliche-Pehuenche murieron, posiblemente debido a extensas guerras con colonos que duraron hasta bien entrado el siglo XIX.
Finalmente, el equipo encontró un signo específico de contacto europeo en los genomas de los montañeses modernos: un receptor inmune que se activa en respuesta a la vacuna contra la viruela. Las epidemias de viruela se documentaron en los Andes, especialmente en los primeros días del contacto europeo, y el marcador resalta el hecho de que los andinos modernos descienden de los sobrevivientes, dice Lindo. “Es una señal de que la evolución humana continúa”, dice Aldenderfer.
Fuente: Science/ Traducción: Maggie Tarlo