
por LAURENCE RALPH – Universidad de Princeton
En 2019, Luis Alberto Quiñonez, a quien todos llamaban “Sito”, fue asesinado a tiros en San Francisco cuando tenía 19 años. Pariente lejano por matrimonio, Sito no me habría considerado parte de su vida. Pero en la muerte, él se ha vuelto parte de la mía.
La tragedia de Sito me ha obligado, como antropólogo cuyo trabajo se centra en las culturas de pandillas, a confrontar las formas en que internet ha intensificado y transformado la dinámica de la violencia de pandillas en Estados Unidos y más allá: creo que los medios digitales jugaron un papel tan importante en la muerte de Sito como las balas que finalmente le quitaron la vida.
Como suele ocurrir, el asesinato de Sito fue precipitado por uno cometido años antes. En septiembre de 2014, Sito estaba con un compañero, Miguel Álvarez, quien se peleó y finalmente apuñaló a Rashawn Williams en el Distrito de la Misión de San Francisco. Los tres chicos tenían 14 años. El hermano menor de Rashawn, Julius, de 12 años en ese entonces, presenció el apuñalamiento. Al día siguiente, Sito fue arrestado y posteriormente acusado como menor por el asesinato de Rashawn.
Afortunadamente para Sito, el defensor público encontró un video que dejaba claro que él no había matado a Rashawn. Los cargos fueron retirados y Sito fue liberado después de casi cinco meses en prisión. Por razones que no están del todo claras, la policía no acusó a Miguel del asesinato de Rashawn a pesar de tener evidencia en video.
Sin embargo, Sito sabía que sus problemas no habían terminado: que se retiraran formalmente los cargos no exoneraba a Sito a los ojos de la familia de Rashawn. Mientras Sito estaba encarcelado, la familia creó una petición en línea afirmando que dos personas habían asesinado a Rashawn y pidieron a quienes los apoyaban que llamaran a la fiscalía para instar a que el “asesino bajo custodia” fuera acusado como adulto. Declaraba que él “planeó y anunció el asesinato y cometió el crimen a sangre fría”. Aunque la petición no nombraba al asesino, Sito era la única persona bajo custodia.
Los comentarios de la petición, escritos por algunos de los aproximadamente 2000 firmantes, rebosaban de ira. Varios estuvieron de acuerdo en que “el asesino” había tramado el asesinato con antelación. “¡¡¡Este joven pedazo de **** tiene que enfrentar lo que hizo. Es una desgracia para la naturaleza humana!!!” se leía en uno.
Después de su liberación, Sito vio la petición de la familia y tuvo miedo de salir de su casa.
Casi un año después de la liberación de Sito, Miguel fue asesinado a tiros. En los días siguientes, alguien etiquetó el perfil de Sito en una publicación de Instagram sobre el memorial de Miguel. Cada vez que uno de los amigos de Rashawn “daba me gusta” a la publicación, Sito era notificado, me dijo su tía. Sito también era notificado cada vez que alguien dejaba un comentario. Le mostró uno en particular a su primo, luego a su mejor amigo y finalmente a su hermano mayor, aparentemente esperando que alguien le dijera que estaba exagerando.
Decía: “1 menos. Falta 1.”
Si los medios digitales no hubieran existido, Sito aún podría haber sido objetivo. Pero creo que la petición en línea difundió una versión errónea del asesinato mucho más rápido y ampliamente de lo que los rumores susurrados en los pasillos de la escuela podrían haberlo hecho. Y la publicación de Instagram solo avivó esas llamas.
El auge del “internet banging”
“Internet banging” es el término que el sociólogo Desmond Upton Patton y sus coautores usan para describir el fenómeno de jóvenes involucrados en pandillas que usan las redes sociales para celebrar el asesinato de alguien, por ejemplo, o para incitar a la violencia o intimidar (también conocido como “cyber banging”). Deriva de “gang banging”, violencia callejera típicamente vinculada a disputas entre pandillas rivales. Como académico que también estudia la violencia de pandillas, el racismo sistémico y la violencia policial en las ciudades de Estados Unidos, me he visto obligado a considerar este término y cuán precisamente describe la realidad vivida por Sito.
El término reconoce que la dinámica de las pandillas, como muchas otras cosas, también se desarrolla en un ámbito digital, donde los rumores, los chismes y la cobertura mediática se entrelazan. Cada vez más, los investigadores de la policía también buscan en los medios digitales pruebas de delitos relacionados con pandillas. La cobertura mediática en línea puede crear y difundir imágenes de jóvenes sospechosos de delitos mucho antes de que los jueces o jurados, o los abogados defensores, se acerquen a sus casos.
En una era donde la información, verdadera o no, se propaga rápidamente en línea, el caso de Sito muestra cómo las historias que circulan en las plataformas sociales pueden criminalizar a las personas antes de que se presente cualquier cargo formal, si es que alguna vez se presenta. “Inocente hasta que se demuestre lo contrario” puede parecer insignificante una vez que se está “condenado” en Instagram.
Patton y otros investigadores llevaron a cabo una investigación exhaustiva en Chicago, donde la actividad de pandillas activa y crónica está arraigada en las comunidades. En un estudio, Patton y su equipo se centraron en un período de dos semanas en 2015 en el que dos miembros de pandillas conocidos en Chicago fueron asesinados. El estudio exploró cómo esta violencia del mundo real se amplificó a través de la agresión en las redes sociales en lo que entonces era Twitter (ahora X) en publicaciones destinadas a mejorar la reputación de la persona que hacía las amenazas.
Según el sociólogo Randall Collins, un “bucle de atrocidades” comienza con insultos o provocaciones, y gana impulso a medida que circulan historias sobre el enemigo percibido y sus acciones viles. En respuesta, cada vez más personas se ofenden por las acciones del enemigo y se acumula una pasión por la venganza. La simpatía por la víctima motiva a los agraviados a crear un límite moral que separe el bien del mal, lo que energiza a alguien para vengar el mal (real o percibido) en el centro de la historia. El bucle se cierra cuando nace una segunda atrocidad de la primera. O, como escribe Collins, “la mayoría de la violencia se percibe así fácilmente como una atrocidad, que debe ser vengada con más violencia”.
Las atrocidades a menudo surgen de instantáneas aisladas, de imágenes singulares congeladas en el tiempo y despojadas de contexto. Las redes sociales pueden magnificar y multiplicar esas imágenes.
El 8 de septiembre de 2019, Sito fue asesinado por el hermano pequeño de Rashawn, Julius. El fiscal adjunto que llevó el caso argumentó que Julius creía que Sito era responsable de la muerte de su hermano mayor y buscó venganza hasta que, finalmente, él mismo se convirtió en un asesino.
Contrarrestar la desinformación en línea
Es difícil determinar datos fiables sobre la relación entre las redes sociales y los delitos violentos. Pero la evidencia recopilada por científicos sociales durante la última década sugiere que las redes sociales pueden inflamar la violencia relacionada con pandillas, haciéndola más visible para más personas.
“En lugar de usar la violencia para controlar esquinas de drogas”, escribe el sociólogo Forrest Stuart en Ballad of the Bullet, “los jóvenes asociados a pandillas de hoy usan las exhibiciones de violencia en línea para atraer vistas, clics y atención en línea”.
Stuart añade: “Una reputación en línea bien elaborada puede marcar la diferencia entre pasar hambre y conseguir una comida caliente, entre la falta de vivienda y una cama cálida, y entre el abandono y el cuidado. Sin embargo, estos beneficios vienen con altos costos que incluyen tiempo en prisión y un riesgo elevado de victimización”.
En mi investigación, he encontrado al menos dos estrategias prometedoras que tanto las instituciones públicas como las plataformas de redes sociales pueden y deben implementar para reducir la desinformación y la información errónea sobre sospechosos criminales. Estas son los programas de alfabetización mediática y el uso de herramientas de inteligencia artificial que, cuando se usan de manera responsable y cuidadosa, han demostrado potencial para detectar y señalar noticias falsas. Dichos programas pueden servir como un recurso valioso para educar a los jóvenes sobre cómo verificar la información antes de compartirla, y sobre la amenaza tóxica de los rumores y las acusaciones sin fundamento que se vuelven virales. (Desafortunadamente, una de las compañías tecnológicas más grandes del mundo, Meta, recientemente se retractó de compromisos anteriores para reducir la desinformación a través de la verificación de hechos).
Si bien estas herramientas no son perfectas y no abordan las desigualdades sistémicas más grandes que crean las condiciones para la actividad de pandillas juveniles, pueden ayudar a desescalar los conflictos que pueden conducir a la violencia física. Además, cuando alguien como Sito es exonerado de un delito, las fuentes oficiales (el liderazgo policial y los fiscales de distrito) deben reconocer y amplificar públicamente esta noticia.
Algunos académicos buscan llevar estas herramientas aún más lejos. Patton está desarrollando una plataforma impulsada por IA en conjunto con trabajadores sociales, científicos de datos, jóvenes y diseñadores. Él es el fundador y director de SAFELab, una iniciativa de investigación alojada en la Universidad de Pensilvania para estudiar cómo la violencia impacta a los jóvenes de color dentro y fuera de línea. Entre los programas que Patton ha diseñado se encuentra JoyNet, que describe como “un espacio en línea para jóvenes negros que se centra en el bienestar, la ayuda y la alegría”.
Las plataformas de redes sociales ya están colaborando con las agencias de aplicación de la ley para verificar información relacionada con crímenes. Es esencial que las plataformas y las fuerzas del orden proporcionen al público información precisa. Al mismo tiempo, estas plataformas deben estar atentas a los riesgos que puede plantear la inteligencia artificial, particularmente cuando se trata de un exceso de vigilancia sobre los jóvenes de color que pueden estar lidiando con problemas de salud mental o traumas.
No podemos permitir que las redes sociales infrinjan y anulen la presunción de inocencia. Si lo hacemos, la desinformación, catalizada por el “internet banging”, generará más ciclos de violencia como el que creo que cobró la vida de Sito, años después de que fuera declarado inocente.
Sapiens. Traducción: Maggie Tarlo