
por LIVIA GERSHON
Activistas pro-choice se disfrazan de personajes de una serie ambientada en un futuro distópico. Una frase de una película de ciencia ficción se convierte en la abreviatura de una filosofía misógina. El hombre más rico del mundo se compara repetidamente con un superhéroe de cómic mientras invierte dinero en las elecciones estadounidenses. Como escribe el académico literario y cultural Jesse S. Cohn, estos acontecimientos son parte de la notable afluencia de literatura y arte fantástico a la política estadounidense.
Cohn escribe que en el siglo XX no faltaron los cómics de superhéroes, las historias de ciencia ficción y fantasía, las películas de terror o los juegos de rol de mesa. Pero gran parte de la sociedad en general los consideraba culturalmente marginales y artísticamente poco serios.
Esto comenzó a cambiar a principios de siglo, con la popularidad generalizada de franquicias como Harry Potter, Crepúsculo, el Universo Cinematográfico de Marvel y The Walking Dead. A medida que crecía el poder de Internet y el prestigio cultural del trabajo tecnológico, las referencias a la ciencia ficción y la fantasía también se volvieron más aceptables en contextos “serios”. El programa de televisión Game of Thrones, que se estrenó en 2011, proporcionó material para comentarios sobre la política del mundo real en columnas de opinión política y memes en las redes sociales. Y la idea de que en realidad vivimos en una simulación, a menudo discutida a través de referencias a las películas Matrix, se hizo popular entre las élites de Silicon Valley.
Por supuesto, señala Cohn, el recurso argumental de Matrix de una píldora roja que podría revelar el “mundo real” como una ilusión (que originalmente estaba pensada en parte como una alegoría de las experiencias trans) también fue adoptado por antifeministas y fascistas online. Del mismo modo, algunos en la derecha comenzaron a usar el término de videojuego NPC (personaje no jugador) para, con un barniz de ironía, representar a aquellos con los que no están de acuerdo como infrahumanos.
Durante el ciclo electoral de 2015, las facciones online de la extrema derecha representaron a Donald Trump en términos medio irónicos como Dios-Emperador Trump, inspirándose en los libros de Dune y el videojuego Warhammer. Tras las elecciones, los liberales que buscaban resistirse a la nueva administración recurrieron a la imagen del bien contra el mal de Harry Potter, mientras que los izquierdistas hicieron referencia al juego Wolfenstein II para insistir en la necesidad de responder al nazismo con violencia.
En 2016, una referencia omnipresente a la sensación de ciencia ficción de la política de la era Trump fue la frase “Esta es la línea temporal más oscura”, tomada de un episodio de la comedia Community que parodiaba los tropos del multiverso y la realidad alternativa. Cohn sostiene que esa frase representa “un medio para hacer frente a lo radicalmente inaceptable, una negativa a admitir que la democracia liberal ha fracasado en sus propios términos”. Por otro lado, también sugiere que la noción de otras líneas temporales abre la posibilidad de imaginar alternativas al sistema político y económico realmente existente.
De hecho, sostiene Cohn, además de los cambios culturales que han llevado la ficción especulativa a la corriente principal, una razón por la que lo fantástico se ha infiltrado en la política estadounidense es que se trata de una forma de pensar sobre problemas que son demasiado complejos o de gran escala para comprenderlos fácilmente, como la aceleración del cambio climático o el ascenso global del autoritarismo, que dominan cada vez más el discurso político.
Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo