Medio siglo del hallazgo de Lucy

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por DENISE SU – Universidad Estatal de Arizona

En 1974, durante un estudio en Hadar, en las remotas tierras baldías de Etiopía, el paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson y el estudiante de posgrado Tom Gray encontraron un trozo de articulación del codo que sobresalía del suelo en un barranco. Resultó ser el primero de 47 huesos de un solo individuo: un ancestro humano primitivo a quien Johanson apodó “Lucy”. Su descubrimiento anularía lo que los científicos creían saber sobre la evolución de nuestro propio linaje.

Lucy era miembro de la especie Australopithecus afarensis, un homínido extinto, un grupo que incluye a los humanos y nuestros parientes fósiles. Australopithecus afarensis vivió desde hace 3,8 millones de años hasta hace 2,9 millones de años, en la región que hoy ocupa Etiopía, Kenia y Tanzania. Lucy, que data de hace 3,2 millones de años, era el ancestro humano más antiguo y completo jamás encontrado en el momento de su descubrimiento.

Dos características distinguen a los humanos de todos los demás primates: cerebros grandes y pararse y caminar sobre dos piernas en lugar de cuatro. Antes del descubrimiento de Lucy, los científicos pensaban que nuestros cerebros grandes debían haber evolucionado primero, porque todos los fósiles humanos conocidos en ese momento ya tenían cerebros grandes. Pero Lucy se apoyaba en dos pies y tenía un cerebro pequeño, no mucho más grande que el de un chimpancé.

Esto quedó inmediatamente claro cuando los científicos reconstruyeron su esqueleto en Cleveland, Ohio. Un fotógrafo tomó una fotografía de Grace Latimer, de cuatro años, que estaba visitando a su padre, Bruce Latimer, miembro del equipo de investigación, de pie junto a Lucy. Las dos eran aproximadamente del mismo tamaño, lo que proporciona una ilustración simple de la pequeña estatura y el cerebro de Lucy. Y Lucy no era una niña pequeña: basándose en sus dientes y huesos, los científicos estimaron que era completamente adulta cuando murió.

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La foto también demostró lo humana que era Lucy, especialmente su postura. Junto con el descubrimiento en 1978 en Tanzania de huellas fosilizadas de 3,6 millones de años de antigüedad, hechas por miembros de su especie, Lucy demostró de manera inequívoca que ponerse de pie y caminar erguido era el primer paso para convertirse en humana. De hecho, los cerebros grandes no aparecieron en nuestro linaje hasta mucho más de un millón de años después de que Lucy viviera.

Los huesos de Lucy muestran adaptaciones que permiten una postura erguida y una locomoción bípeda. En particular, su fémur, o hueso de la parte superior de la pierna, está en ángulo; su columna tiene una curva en S; y su pelvis, o hueso de la cadera, es corta y tiene forma de cuenco.

Estas características también se pueden encontrar en los esqueletos humanos modernos. Nos permiten, como le permitieron a Lucy, pararnos, caminar y correr sobre dos piernas sin caernos, incluso cuando estamos en equilibrio sobre un pie a mitad de una zancada.

En los cincuenta años transcurridos desde el descubrimiento de Lucy, su impacto en la comprensión de los científicos sobre los orígenes humanos ha sido inconmensurable. Ha inspirado a paleoantropólogos a estudiar áreas inexploradas, plantear nuevas hipótesis y desarrollar y utilizar técnicas y metodologías novedosas.

Incluso cuando se descubren nuevos fósiles, Lucy sigue siendo fundamental para la investigación moderna sobre los orígenes humanos. Como antropóloga y paleoecóloga, sé que ella sigue siendo el punto de referencia para comprender la anatomía de los primeros ancestros humanos y la evolución de nuestros propios cuerpos. El conocimiento del registro fósil humano y la evolución de nuestro linaje aumentó exponencialmente, basándose en el descubrimiento de Lucy.

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Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

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