Que no puedas verlos ni olerlos no hace menos tóxicos a estos químicos

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por PATRICK BYRNE – Universidad John Moores

Los seres humanos percibimos el riesgo en gran medida en función de lo que podemos ver, oler y saborear. Esos sentidos nos sirven bien cuando hay peligros perceptibles para nuestra salud y el medio ambiente.

Podemos ver y oler las aguas residuales sin tratar y, como tal, se perciben fácilmente como un riesgo para la salud humana y ambiental. La creciente preocupación de los científicos por la presencia de bacterias resistentes a los antibióticos en las aguas residuales ha confirmado su riesgo real. La Agencia de Medio Ambiente también informa que la contaminación por la descarga de aguas residuales es una de las principales causas de la mala calidad de los ríos en Inglaterra.

Pero existen amenazas químicas graves, llamadas sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), que no podemos percibir porque son incoloras e inodoras. Ahora presentes en nuestra agua potable y ecosistemas naturales, la exposición de alto nivel a estos químicos tóxicos puede provocar una variedad de efectos negativos para la salud en humanos y vida silvestre. Estos incluyen un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, enfermedad renal, colesterol, trastornos reproductivos y del desarrollo y una menor respuesta a las vacunas.

Los humanos no pueden ver, oler ni saborear los PFAS en nuestra agua. Sin embargo, son una seria amenaza global. El riesgo real de los PFAS es alto, pero en mi experiencia como científico que trabaja en la contaminación ambiental, muchas personas no los conocen.

¿Qué son los PFAS?

Desarrollados por primera vez en la década de 1940, los PFAS son un gran grupo de más de 4000 productos químicos sintéticos. Conocidos comúnmente como “químicos para siempre”, sus propiedades los hacen repelentes al agua y al aceite y altamente resistentes a la descomposición química y térmica.

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Por lo tanto, son ingredientes de diversos productos cotidianos y, como tales, nos rodean por todas partes. Las sartenes antiadherentes, las chaquetas impermeables para la lluvia, los sofás y alfombras ignífugos, los envases de alimentos, el maquillaje y muchos otros artículos contienen estos productos químicos.

Pero los PFAS pueden persistir en el medio ambiente durante cientos o miles de años. Las investigaciones estiman que se necesitan más de 1000 años en promedio para que la concentración química de algunos PFAS se reduzca en un 50% en el suelo.

Exposición a PFAS

Debido a su persistencia, los PFAS se han acumulado constantemente en las fuentes de agua potable y en los océanos de todo el mundo. Esto puede suceder cuando el agua contaminada se filtra de los vertederos hacia las aguas subterráneas. Los PFAS en artículos para el hogar también se pueden filtrar en ríos y océanos a través de sistemas de alcantarillado.

En 2019, se detectó al menos un PFAS en el 60% de los pozos de agua subterránea públicos y en el 20% de los pozos de agua subterránea privados utilizados como fuentes de agua potable en el este de Estados Unidos. Y en Inglaterra, la Agencia de Medio Ambiente analizó 470 sitios de agua dulce entre 2014 y 2019 y encontró contaminación por PFAS en el 97% de ellos.

Los contaminantes del agua dulce luego se acumulan en plantas y animales, donde pueden transferirse a los humanos a través de la ingestión.

En la ciudad de Charleston, en Carolina del Sur, los científicos registraron concentraciones de 11 PFAS en seis especies de peces. Los niveles del químico más abundante registrado en cada especie, el sulfonato de perfluorooctano, excedieron las pautas de protección de la vida silvestre en el 83% de los peces enteros examinados. Por lo tanto, el consumo de pescado silvestre representa un grave problema de salud para la población local.

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Aquí para quedarse

Es probable que la mayoría de las personas en el mundo hayan estado expuestas a PFAS. En 2012, se estimó que más del 97% de los estadounidenses tenían niveles detectables de PFAS en la sangre, por ejemplo.

Pero, a diferencia de la mayoría de los demás contaminantes químicos, los PFAS pueden circular continuamente en los procesos hidrológicos y propagarse por la atmósfera. Los científicos, por ejemplo, han registrado concentraciones de PFAS en el agua de lluvia en casi todas partes de la Tierra. Esto significa que la contaminación puede ser en gran parte irreversible.

Distribuidos por el ciclo del agua, se permitió que los PFAS contaminen rincones remotos del planeta e impacten negativamente en su vida silvestre. En la Antártida, las acumulaciones en la nieve de un tipo de PFAS, el ácido perfluorobutanoico, se multiplicaron por más de 200 entre 1957 y 2015.

Los investigadores también han encontrado altas concentraciones de PFAS en las algas del Ártico. Las algas son una importante fuente de alimento para el zooplancton, y su contaminación va hacia arriba a través de la cadena alimentaria, hasta los peces y los camarones, luego las focas y finalmente hasta los depredadores superiores, como los osos polares. Un estudio de los osos polares del este de Groenlandia reveló que la contaminación por PFAS puede alterar el sistema hormonal de un oso polar, lo que puede afectar negativamente a la reproducción.

Para muchas personas, es poco probable que los niveles actuales de exposición a PFAS sean lo suficientemente altos como para justificar una preocupación seria. Pero es probable que la exposición en algunas ocupaciones, incluida la extinción de incendios y la fabricación y el procesamiento de productos químicos, sea mucho mayor. Al igual que el riesgo para las personas cuyas fuentes de agua potable o alimentos han sido contaminadas.

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La ciencia, e incluso Hollywood, nos ha advertido de la amenaza química global que representan los PFAS. Sin embargo, muchos de nosotros no los percibimos como una amenaza.

Esto puede deberse al hecho de que los PFAS son una amenaza “invisible” y no tan obvia como las aguas residuales o la contaminación plástica. Pero estos químicos tóxicos se han acumulado en muchas de nuestras fuentes de agua y ahora están interfiriendo con los ecosistemas naturales. Los gobiernos, los científicos y los medios de comunicación deben mejorar su comunicación de los riesgos asociados con PFAS.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

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Observatorio de ciencias antropológicas.

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