Cómo identificar criminales y degenerados

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por MATTHEW WILLS

El criminólogo italiano Cesare Lombroso murió en 1909. Sus ideas, difundidas póstumamente en inglés por su hija Gina Lombroso-Ferrero, florecieron de forma extraña en Estados Unidos en las primeras décadas del siglo. Y más de un siglo después, aún se escuchan vestigios de Lombroso en la retórica del “elemento criminal” y los “superdepredadores”.

La académica Emilia Musumeci explora la voluminosa obra de Lombroso en su contexto italiano nativo. Nacido en 1835, Lombroso creció durante el tumultuoso período de la unificación italiana. “Después de la unificación de Italia en 1861, siguió un período de emergencia derivado de la migración gradual pero inexorable del campo a las ciudades”, escribe Musumeci. En palabras del propio Lombroso, las “clases peligrosas” de ladrones, prostitutas y subversivos dieron origen a una “marea delictiva” que debía ser explicada y enfrentada.

Como argumenta Musumeci, “Lombroso se embarcó en una búsqueda frenética entre los cuerpos y rostros de prisioneros y lunáticos, con el fin de encontrar los estigmas de la desviación, la evidencia inequívoca e irrefutable de que un criminal está predeterminado a cometer actos malvados porque es biológicamente diferente a cualquier otro ser humano”.

L’Uomo Deliqnuente de Lombroso, de 1876, ofreció una respuesta. Los criminales nacieron, no se hicieron; eran retrocesos atávicos a una forma de vida más primitiva. Y en realidad se notaba mirándolos, porque su degeneración estaba escrita en sus rostros, en su estructura ósea, en sus fisonomías. La apariencia física reflejaba una “monstruosidad” moral en su interior. Las obras de Lombroso incluían ilustraciones, como la típica oreja de un criminal.

Lombroso creía haber encontrado la clave para entender la degeneración criminal en una anomalía en el cráneo, que halló en un bandido de setenta años y luego nuevamente en un notorio asesino en serie. Llamó a este signo físico el “certificado de nacimiento” de la antropología criminal. Profundizando en el inframundo criminal, Lomobroso también descubrió que los tatuajes y el uso de la jerga eran pruebas adicionales de la diferencia criminal.

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Para combatir todo esto, Lombroso hizo un llamado a la “vigilancia científica”. No vivió para ver el pleno florecimiento de su llamado, pero sus seguidores lo cumplieron. El profesor de medicina forense Salvatore Ottolenghi creó la Scuola di Polizia Scientifica en 1907, en Roma, utilizando un sistema de tarjeta de identificación para rastrear las vidas, carreras y antecedentes familiares de los delincuentes. Otro acólito de Lombroso, el policía francés Alphonse Bertillon, desarrolló un sistema para describir a los criminales mediante medidas físicas. Las fotografías policiales y las huellas dactilares, fundamentos del Sistema Bertillon, se remontan directamente a las ideas de Lombroso.

Musumeci señala que la Escuela de Ciencias Policiales se incorporó fácilmente al régimen fascista de Mussolini en la década de 1920. Ottolenghi adaptó su sistema de catalogación para usarlo contra los enemigos del estado. La recopilación de datos sobre delincuentes se convirtió rápidamente en recopilación de datos sobre todos en el “proceso de fascistización de todos los aspectos de la sociedad italiana”.

Al otro lado del Atlántico se popularizaron las teorías lombrosianas. Su noción de atavismo criminal encaja perfectamente con el movimiento eugenésico. Sus seguidores estadounidenses incluyeron al nativista HP Lovecraft, quien estaba obsesionado con la “mezcla de razas” en su ficción, y el congresista Albert Johnson, la mitad de la Ley Johnson-Reed de 1924. Esta fue la ley que cerró la puerta de golpe a los inmigrantes asiáticos y restringió severamente la inmigración del sur y este de Europa a través de un sistema de cuotas. Irónicamente, esto podría haber incluido a Lombroso, un italiano.

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

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