por ROBERTA DAVIDSON – Universidad de Adelaida
De pie en la cima de las montañas en las tierras altas del sur de Perú se encuentra Machu Picchu, la maravilla del siglo XV del imperio Inca. Hoy la ciudadela es una atracción turística mundial y un ícono de la historia latinoamericana precolonial, pero alguna vez fue el palacio real de un emperador.
Nuestro equipo internacional de investigadores descubrió la increíble diversidad genética escondida dentro de los restos antiguos de quienes, una vez, llamaron hogar a Machu Picchu. Detallamos nuestros hallazgos en un estudio publicado en Science Advances.
Los desconcertantes restos de un sitio real
El imperio Inca una vez gobernó dos vastos millones de kilómetros cuadrados, a través de la impresionante cordillera de los Andes, en América del Sur. Se formó en 1438 por el primer gobernante, Pachacuti Inca Yupanqui, y alcanzó su apogeo en 1533, antes de la colonización española.
En el corazón del imperio estaba la ciudad capital de Cusco, y cerca estaba el majestuoso palacio de Pachacuti, Machu Picchu.
Machu Picchu era frecuentado por la familia real y sus invitados durante la estación seca, de mayo a octubre; era un lugar para festejar, bailar, cantar y cazar. Aunque estos incas de élite eran enterrados en Cusco después de su muerte, el palacio era mantenido durante todo el año por unos cientos de sirvientes que vivían en el lugar. Estos sirvientes fueron enterrados en cementerios fuera de los muros del palacio.
Después de la colonización española, el conocimiento de Machu Picchu se perdió en el mundo occidental, solo para ser redescubierto por aventureros a principios del siglo XX.
En 1912, la Expedición Científica Peruana de Yale documentó un asombroso recuento de 174 personas enterradas en el lugar. Estos entierros a menudo eran tumbas poco profundas o estaban ocultos bajo grandes rocas o salientes rocosos naturales.
Si bien muchos carecían de ajuar funerario, se descubrieron artefactos de cerámica enterrados junto a algunas personas. Pintan una imagen vívida de diversidad cultural, con estilos de las regiones costeras y del norte de Perú, así como de las tierras altas de Bolivia, cerca del lago Titicaca.
Esta fue la primera pista de que Machu Picchu atrajo a personas de todos los rincones del imperio Inca. Sugería que los sirvientes que vivían en Machu Picchu provenían de una variedad de lugares, trayendo cerámica de sus países de origen.
Sin embargo, los artefactos también podrían haber terminado en el área a través del comercio. Para saber de dónde procedían estas personas, tendíamos que analizar su ADN.
Nuevos hallazgos de ADN antiguo
Secuenciamos el ADN antiguo de los restos de 68 individuos, 34 enterrados en Machu Picchu y 34 enterrados en Cusco. Usando la datación por carbono, fechamos los restos y encontramos que algunas de estas personas fueron enterradas antes del surgimiento de Pachacuti y el imperio Inca.
Luego comparamos su ADN con el de los pueblos indígenas que viven en los Andes en la actualidad (investigaciones anteriores encontraron que estas líneas genéticas continuaron sin alteraciones durante los últimos 2000 años), así como con ancestros de regiones más distantes de América del Sur.
Vale la pena señalar que estos “ancestros” se basan en el ADN y no necesariamente se superponen con las identidades culturales de las personas, aunque a veces lo harcen.
¿Eran las personas enterradas en Machu Picchu genéticamente similares a las que habían vivido en la zona desde antes del reinado de Pachacuti? ¿O estaban relacionados con ancestros de regiones más distantes?
Si esto último fuera cierto, podríamos asumir con seguridad que ellos (o sus padres) habían venido a Machu Picchu desde tierras lejanas.
Camino a una vida de servidumbre
De todas las muestras de ADN que analizamos, encontramos que 17 individuos tenían ascendencia de una de las fuentes distantes analizadas. Estos incluían todas las regiones de la costa y sierra peruana, así como las regiones amazónicas de Perú, Ecuador y Colombia.
Solo siete de los individuos enterrados tenían ascendencia que podría vincularse con la vasta sierra sur de Perú, donde están Machu Picchu y Cusco. Sin embargo, no podemos confirmar que fueran locales de Machu Picchu.
Los 13 individuos restantes tenían ascendencia mixta, incluso de lugares tan lejanos como Brasil y Paraguay. Podrían haber sido descendientes de personas de diferentes tierras que se conocieron en Machu Picchu, o podrían estar vinculados a ascendencias sudamericanas aún desconocidas.
En cuanto a las relaciones familiares cercanas, solo descubrimos un par: una madre y una hija.
Sorprendentemente, todos los individuos fueron enterrados juntos en los principales cementerios, independientemente de su ascendencia. Esto podría implicar que se les consideraba iguales en estatus, lo que a su vez sugeriría que nacieron en otro lugar y llegaron a Machu Picchu de forma independiente, entablando relaciones ocasionales y teniendo hijos.
Es probable que estas personas fueran de una clase de mujeres “elegidas” llamadas acllacona, y una clase similar de hombres llamados yanacona. Los individuos de estos grupos fueron seleccionados de sus hogares a una edad temprana y asignados permanentemente al servicio estatal, aristocrático o religioso.
Después de llegar a Machu Picchu, habrían pasado el resto de sus vidas sirviendo a la hacienda real.
Aunque no sabemos cuánta (si es que hubo alguna) coerción estuvo involucrada en el proceso de estas personas que llegaron a Machu Picchu, los análisis de los huesos sugieren que tuvieron vidas cómodas. Muchos vivieron hasta la vejez y no mostraron signos de desnutrición, enfermedad o lesiones por guerra o trabajo pesado.
Un punto de acceso a la diversidad
Es importante destacar que los restos humanos que encontramos, anteriores al imperio inca, no exhibían altos niveles de diversidad. Esto sugiere que de hecho fue el establecimiento del imperio Inca lo que llevó a personas de todas partes a Machu Picchu.
Además, nuestro examen de individuos de Cusco mostró menos diversidad que en Machu Picchu, pero más que en otros sitios regionales. Esto probablemente se deba a que la extensa zona montañosa tenía una larga historia de interacciones entre diferentes pueblos antes del surgimiento del imperio Inca.
Nuestros hallazgos pintan una imagen cautivadora de Machu Picchu como un verdadero punto de acceso de diversidad dentro del reino imperial inca, lo que lo distingue como un centro culturalmente rico dentro del paisaje antiguo.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Maggie Tarlo