Olvídense de la antropología

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por MARCELO PISARRO – Universidad de Carolina del Sur

Antropologías. En plural. Porque imaginar una única antropología es malinterpretarla por completo.

No existe una única antropología. Así como no existe una única manera de cartografiar una ciudad, una única manera de conocer un cuerpo, una única manera de traducir un idioma. La antropología rechaza la singularidad. Se desborda. Se multiplica. Se fragmenta y se reforma. Improvisa. Se resiste a ser limitada. Intenten definirla y se encontrarán persiguiendo fantasmas.

Hay antropologías de huesos, de palabras, de números, de algoritmos, de rituales, de burocracias, de ruinas, de futuros aún no consumados. Algunas se desarrollan en selvas, otras en laboratorios, otras en tribunales, otras en morgues. Hay antropologías que trabajan con los vivos, otras que estudian a los muertos y otras que se preocupan por los que aún no están del todo muertos. Algunas se hacen en oficinas gubernamentales, otras en lugares que los gobiernos intentan borrar. Hay antropologías que sirven al poder y otras que lo socavan. Antropologías hechas en nombre de la justicia y antropologías hechas en nombre del imperio. A veces son la misma antropología.

Los antropólogos trabajan solos, en equipo, en instituciones, fuera de ellas. Algunos son archivistas. Otros son etnógrafos. Otros son docentes. Otros son estudiantes. Algunos secuencian ADN antiguo, otros diseccionan la lógica de los mercados financieros. Algunos escriben ensayos. Algunos hacen películas. Algunos causan problemas. Otros guardan silencio. Algunos escriben libros populares. Otros recopilan sus observaciones como flores prensadas en cuadernos que quizá nunca se lean. La antropología se practica en congresos, aulas, declaraciones judiciales, esquinas callejeras, solicitudes de asilo, salas de juntas corporativas, prisiones, protestas. El antropólogo puede ser detective, poeta, informante, espía. A veces la antropología es un acto de sabotaje. A veces es una súplica de comprensión.

No hay ninguna pregunta que no sea antropológica. ¿Qué significa ser humano? Esa es la obvia, la pregunta de antropología básica, la que se sale en la primera página de los manuales de texto. Pero eso es solo el principio. Quizás el punto de partida menos interesante. Mejor preguntar: ¿Cómo se estructura, se divide, se mercantiliza y se vigila la humanidad? ¿Cómo se la niega? ¿Qué se considera universal cuando no lo es? ¿Quién decide qué se considera conocimiento? ¿Por qué algunas formas de saber vienen con salario y otras con esposas en las muñecas? ¿Qué sistemas se esconden en nuestras rutinas cotidianas? ¿Qué historias están enterradas bajo nuestros pies, codificadas en nuestras palabras, inscritas en nuestras leyes? ¿Qué desaparece mientras no prestamos atención? ¿Quién se beneficia de nuestra distracción?

La antropología no es neutral. Nunca lo ha sido. Hay antropologías que protegen las fronteras y antropologías que las desmantelan. Antropologías que defienden el capitalismo y antropologías que lo desenmascaran como una ficción violenta. Algunas antropologías se compran y se venden, se emplean en empresas de marketing, operaciones militares y campañas electorales. Otras se niegan a ser útiles de maneras que el poder reconozca. Algunos antropólogos se mantienen limpios. Otros no. Algunos creen en la objetividad. Algunos abandonaron la ilusión hace tiempo. Algunas antropologías sirven a las instituciones. Otras forjan espacios de resistencia dentro de ellas. Algunas se alejan por completo.

El problema de hablar de antropología en singular es que sugiere consenso, un proyecto compartido, una trayectoria única. Ese nunca fue el caso. Siempre hubo tensiones, luchas, traiciones, reinvenciones. Los antropólogos no se ponen de acuerdo sobre qué es la antropología, qué debería ser, para qué sirve. Esto no es un fracaso. Es el corazón del asunto. La antropología, en el mejor de los casos, es una discusión consigo misma. Es una disciplina que estudia la clasificación mientras se niega a ser clasificada con precisión. Es una imposibilidad, un oxímoron, una contradicción que de alguna manera sigue existiendo. Precisamente por eso es importante.

Así que olvídense de la antropología. Solo hay antropologías. Y nunca estarán acabadas.

Fuente: Ciencias Pardas

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Observatorio de ciencias antropológicas.

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