Tropos coloniales en el trabajo arqueológico

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por NICHOLAS C. LALUK y JOSEPH AGUILAR  

Tierras vacías. Abandonadas. Disponibles.

Ése es el pensamiento lógico, pero mítico y falso, del colonialismo de asentamiento, o la sustitución de un conjunto de pueblos por otro, en lo que hoy son los Estados Unidos. La idea de que los pueblos indígenas habían “abandonado” previamente sus tierras significaba que esos lugares podrían ser ocupados por colonos. Las tierras podrían luego ser minadas, excavadas “científicamente”, convertidas en parques o bosques administrados por el gobierno federal, o utilizadas de otro modo a voluntad por el gobierno de Estados Unidos.

A partir del siglo XIX, los arqueólogos ayudaron a crear un tema recurrente, o tropo, sobre el colapso y el abandono social que era figurativo y metafórico, no literal ni basado en verdades indígenas. Como arqueólogos indígenas de comunidades tribales del suroeste de Estados Unidos (Laluk es Ndee, Apache de las Montañas Blancas, y Aguilar es San Ildefonso Pueblo, Tewa), estamos muy familiarizados con el peso que todavía tienen estos tropos. Estas narrativas implican a la arqueología en el despojo de los pueblos indígenas de nuestras tierras, recursos, patrimonio cultural e historias. En última instancia, algunas de las ideas que provienen de la arqueología se utilizaron para justificar las prácticas básicas del colonialismo de colonos.

El despojo de los pueblos indígenas de nuestras tierras es mucho más complicado, por supuesto. No obstante, una de las consecuencias en el mundo real de esta mentalidad para los pueblos indígenas contemporáneos es que tenemos pocos derechos legales para tener voz en el cuidado y disposición de gran parte de nuestras tierras y lugares ancestrales. Estos paisajes todavía son vulnerables a las tendencias del colonialismo de colonos.

Enfrentamos estas mentalidades ofreciendo nuevas perspectivas sobre la arqueología informadas por formas de pensamiento indígenas que pueden comenzar a reescribir la narrativa y cambiar las teorías y métodos dentro de la arqueología y más allá.

Ahora, con el nombramiento de la secretaria Deborah Haaland, miembro de Laguna Pueblo (una tribu reconocida a nivel federal), como jefa del Departamento del Interior de Estados Unidos, las historias y las leyes podrían estar cambiando dentro de ciertos contextos. Sin embargo, las falsas interpretaciones de la historia aún perpetúan los daños de las prácticas colonialistas. Estas crónicas defectuosas socavan el conocimiento de los pueblos indígenas sobre sus propias historias en paisajes específicos. También continúan borrando y tergiversando el pasado de los indios americanos en las narrativas públicas.

No obstante, con la creciente presencia de pueblos indígenas en posiciones de liderazgo y dentro de la arqueología, se están elevando los temas y lugares que son importantes para las comunidades indígenas. Ya no se los puede ignorar. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, aprobó una prohibición de veinte años de la extracción de petróleo y gas en el Cañón del Chaco y las zonas circundantes en el noroeste de Nuevo México. En 2021, restauró los límites de los monumentos nacionales Bears Ears y Grand Staircase-Escalante en el sur de Utah.

Pero muchos más lugares están en riesgo. Chi Ch’il Biłdagoteel, o Oak Flat, en Arizona, sigue amenazado por la explotación y profanación por parte de la empresa minera internacional Resolution Copper.

Muchas acciones de protección son el resultado de la defensa de los pueblos indígenas y las reafirmaciones de reclamos y afiliaciones originales a estos lugares. Esto no es de ninguna manera una reversión de los daños pasados infligidos a estas áreas. Pero estas protecciones ciertamente elevaron el discurso en torno a estos lugares en particular y a las tierras y lugares ancestrales indígenas en general.

Para elevar aún más el discurso, sugerimos que las opiniones del público (y más específicamente las de la arqueología del suroeste, donde vivimos y trabajamos) deben cambiar el enfoque del abandono a la persistencia. Necesitamos comenzar con la presencia y no con la ausencia. ¿Cómo sobrevivieron, persistieron y llegaron a vivir las comunidades indígenas en los lugares donde se encuentran hoy? ¿Cómo conceptualizan y se relacionan los pueblos indígenas con los lugares de sus ancestros? ¿Qué historias comparten con sus nietos?

A través de una crítica de las visiones desalineadas del pensamiento y la práctica arqueológica, y centrando el conocimiento y las prácticas de las comunidades indígenas, podemos comenzar a avanzar hacia un relato más completo del pasado. Esta narrativa reubica a los pueblos indígenas dentro de nuestros lugares ancestrales, lo cual es fundamental para nuestra supervivencia.

En contextos arqueológicos, el término abandono se utilizó a menudo para referirse al abandono absoluto de lugares. Según este punto de vista, se cree que las personas abandonan un lugar cuando sus sistemas culturales no logran adaptarse al entorno local, lo que provoca un “colapso” durante el cual los residentes migran sin ninguna intención de regresar.

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Esta visión no tiene en cuenta las concepciones indígenas de movimiento y sus percepciones de lugar. Visto desde una perspectiva indígena, el abandono es una falacia y pasa por alto las formas matizadas en que los pueblos indígenas mantienen relaciones con sus paisajes.

Por ejemplo, los arqueólogos afirmaron que la gente abandonó el Cañón del Chaco, ubicado en lo que hoy es Nuevo México, en el año 1150 d.C., debido al estrés ambiental y los conflictos sociales. En las conocidas viviendas en los acantilados de Mesa Verde, al norte, la deserción supuestamente ocurrió alrededor del año 1300 d.C. por razones similares.

Pero desde el punto de vista de los descendientes del Pueblo Ancestral, la gente se mudó. Ese movimiento de un lugar a otro era común y, en algunos casos, un proceso espiritualmente predeterminado. En el caso de los Pueblo, viajaron a diferentes zonas buscando su lugar intermedio. Este es el centro del hogar físico de sus comunidades particulares en el paisaje cosmológico. Lejos de haber abandonado Chaco o Mesa Verde, los ancestros de los Pueblo tomaron la decisión de seguir moviéndose. Pero las comunidades futuras permanecieron conectadas con esos lugares tanto literal (a través de peregrinaciones) como conceptualmente (a través de oraciones y Tradiciones Orales).

Los mitos arqueológicos sobre el colapso y el abandono niegan cómo los pueblos indígenas contemporáneos mantienen continuidad o asociación con lugares ancestrales. Estos conceptos fueron y siguen siendo parte de un proyecto más amplio de denominación y categorización que los intereses occidentales utilizaron para ejercer poder y controlar recursos.

Como escribió el arqueólogo David Hurst Thomas: “El poder de nombrar refleja un poder subyacente para controlar la tierra, sus pueblos indígenas y su historia”. El arqueólogo e indio choctaw Joe Watkins explica que aunque “las tribus indias americanas tienen un estatus separado como naciones soberanas, el control del patrimonio y la propiedad cultural se extiende sólo a las tierras propiedad de la tribu o del gobierno de Estados Unidos”.

Entonces, después de cientos de años, la pregunta sigue siendo: ¿quién controla la narrativa?

Las percepciones occidentales dentro de la arqueología continúan controlando la narrativa sobre los pueblos indígenas, dominando los métodos, la teoría y la práctica. Se están realizando esfuerzos para descolonizar e indigenizar la arqueología. Sin embargo, los componentes estructurales del pasado dominio occidental siguen profundamente arraigados tanto en la disciplina como en la forma en que el público más amplio entiende las historias indígenas.

Para cambiar la narrativa popular actual, nuestro objetivo es crear una investigación comunitaria impulsada por tribus. En nuestro trabajo, nos preguntamos: ¿Cómo definen las propias comunidades, que tienen vínculos directos y continuos con las áreas/lugares lo que los arqueólogos interpretan y especulan, sobre lo que hicieron allí sus ancestros? ¿Cómo ponemos en primer plano las mejores prácticas de gestión de los conocimientos y recursos culturales indígenas como principales herramientas interpretativas y metodológicas?

También nos hacemos la pregunta más importante: ¿está la arqueología tratando de obligarnos a abandonarnos a nosotros mismos?

Entre nosotros dos, mantenemos un diálogo frecuente sobre las cuestiones estructurales y sistémicas de la arqueología como disciplina. Nuestras discusiones a menudo se centran en nuestra posicionalidad (es decir, nuestro estatus y relación con los demás como académicos indígenas) como algunos de los pocos estudiantes indígenas que pasaron por programas de posgrado en antropología. Otras conversaciones se centran en que los arqueólogos no indígenas nos consideren los únicos “expertos” en nuestras propias culturas.

Esta introspección colectiva llevó a una sana crítica de la disciplina desde nuestros propios puntos de vista. Hemos trabajado para desentrañar las interpretaciones estereotipadas y paternalistas arraigadas sobre las comunidades indígenas que enfrentamos a diario.

Por ejemplo, como arqueólogo que trabaja dentro y junto a mi propia comunidad (Aguilar) de San Ildefonso Pueblo, una comunidad de habla tewa en Nuevo México, regularmente soy testigo de cómo los arqueólogos externos tienen una percepción sesgada del pasado y el presente de los Pueblo. Esto se debe a que su formación y práctica arqueológica estuvieron en gran medida desprovistas de las perspectivas Pueblo. Por el contrario, mi comunidad tiene una visión justificadamente escéptica de la arqueología que se basa en un legado de prácticas extractivas. Trabajo continuamente para remediar el legado de la arqueología en mi comunidad y al mismo tiempo hacer valer las sensibilidades nativas en la disciplina en general.

Mientras tanto, arqueólogos como Stephen Lekson y Catherine Cameron aportaron una mayor conciencia sobre estos mitos y la poderosa narrativa detrás de ellos. Argumentan que la palabra “abandono” es inexacta para describir cómo la gente entraba y salía del Cañón del Chaco en el pasado. El término es además inapropiado tanto para Chaco como para Mesa Verde en el presente. “Los antiguos lugares Pueblo (edificios y aldeas arqueológicamente abandonados) continúan influyendo en la vida de los Pueblo”, enfatizan.

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Sin embargo, a medida que más académicos aprecian la complejidad de los procesos culturales e históricos, muchos continúan ignorando los vínculos de larga data y las historias de uso que vinculan los sitios ancestrales con las comunidades contemporáneas, dicen los arqueólogos Chip Colwell y T.J. Ferguson. Es fundamental revelar este desprecio porque la idea de que los pueblos indígenas abandonaron sus lugares ancestrales, sin ningún plan para regresar, persiste en artículos de noticias, revistas y materiales educativos que continúan moldeando las percepciones públicas.

Sólo valorando otros sistemas de creación de conocimiento podrán los académicos y el público en general comenzar a tener una comprensión más holística del pasado.

No se necesita una comprensión profunda y una aplicación de los sistemas de conocimiento indígenas para simplemente reconocer que existen otros sistemas de conocimiento, que son válidos y que son muy valiosos. Incluso una conciencia básica del conocimiento indígena puede abrir la comprensión pública a nuevas formas de pensar sobre la presencia de los pueblos indígenas en el pasado en lugar de su ausencia. Las implicaciones de este entendimiento contribuyen en gran medida a romper la barrera implícita entre los pueblos indígenas modernos y el pasado profundo.

Como arqueólogos indígenas, a menudo hemos luchado por descubrir cómo nuestros propios sistemas de conocimiento pueden destacarse como conocimiento empírico basado en hechos de nuestros propios contextos.

Para hacerlo, ofrecemos un conjunto de ejemplos culturalmente específicos de sistemas de conocimiento Ndee y Tewa que presentan la complejidad de las relaciones entre personas, tiempo, tierra y lugar.

En la comunidad de Laluk, ubicada en el centro-este de Arizona, existe un principio básico de “evitar” el pasado como forma de respeto. Para los arqueólogos no ndee, esto puede ser algo que parece ir en contra de la estructura de la práctica arqueológica. Las excavaciones arqueológicas y otros métodos y prácticas de recopilación de datos suelen ser intrusivos y destructivos. Nuestras herramientas arqueológicas como Ndee no incluyen paletas. Buscamos las formas menos impactantes de abordar la gestión del patrimonio.

Sin embargo, si uno se toma el tiempo para reflexionar críticamente sobre un término como evitación –particularmente cómo se habla e implementa en el contexto comunitario– entonces se pueden explorar otras vías de comprensión e interpretación. Por ejemplo, al pensar en el término abandono y el significado que podría tener para mi propia comunidad, hay ciertos términos que podrían referirse a varios tipos de abandono: hanalsa o “se fueron en grupo/se fueron”, ch’inahaskai o “se fueron/salieron”, o incluso doo hant’e da o “cero/nada/vacío/ninguno”.

En su explicación de las experiencias Ndee al visitar lugares con miembros de la comunidad, el antropólogo Keith Basso afirma: “Porque cada vez que los miembros de una comunidad hablan sobre su paisaje –cuando lo nombran, lo clasifican o cuentan historias sobre él– lo representan irreflexivamente en formas que sean compatibles con entendimientos compartidos de cómo saben que ellos mismos lo ocupan”. En esta comprensión, Basso pone en primer plano la ocupación como presencia más allá de las nociones occidentales de presencia humana física que podrían no llegar al núcleo de las racionalizaciones indígenas del pasado, presente y futuro.

De manera similar, una comprensión básica de las dimensiones prácticas y sagradas del movimiento en los sistemas de conocimiento Tewa en la comunidad de Aguilar ilumina una relación compleja entre las personas, el espacio y el tiempo. El movimiento es un elemento que está presente en casi todos los aspectos de la vida Pueblo. Por ejemplo, las tradiciones de origen, la migración, las estrategias defensivas, la agricultura, la caza, la danza (incluso el movimiento de los animales y los fenómenos naturales como las nubes y la lluvia) presentan el movimiento como elemento central.

Por el contrario, un tropo común en la arqueología del suroeste caracteriza a los Pueblo como sedentarios. Son agricultores pacíficos que, una vez establecidos en casas permanentes de mampostería o de adobe, se quedaron donde estaban. Pero lo que describió a los Pueblos Ancestrales durante siglos fue su movimiento constante a través del paisaje. El paisaje físico Pueblo (que incluye colinas, mesas, montañas, lagos y manantiales) está superpuesto por un paisaje cosmológico altamente ordenado en el que existe la gente.

El enfoque de los arqueólogos en la naturaleza aparentemente sedentaria del Pueblo Pueblo ha llevado a una depreciación de la gama completa y los significados del movimiento Pueblo a través de la complejidad del espacio y el tiempo. Para comprender el movimiento Pueblo es importante el regreso deliberado, tanto literal como conceptualmente, a sus lugares ancestrales. El regreso continuo e intencional a lugares ancestrales habla de la especial reverencia y relación que los Pueblo tienen con el lugar que desafía las presunciones de irreverencia y disociación que están implícitas en términos como abandono.

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Con esta comprensión básica de las costumbres tradicionales ndee y tewa de “evitar” y regresar a lugares ancestrales, el público, los arqueólogos no indígenas y otros pueden reorientar su pensamiento en relación con los conceptos de movimiento y lugar de los pueblos indígenas. Es posible que las personas que no son ndee ni tewa no puedan lograr una comprensión más profunda de estas relaciones. Sin embargo, simplemente reconocer estos sistemas de conocimiento y respetar su santidad y valor contribuiría en gran medida a tender puentes entre los sistemas de conocimiento indígenas y occidentales.

Estos entendimientos de base tribal ejercen poderosamente la soberanía y la persistencia constante de nuestros pueblos desde el pasado hasta el presente y el futuro. Los términos y conceptos apropiados también proporcionan un mejor poder explicativo al describir dinámicas sociales pasadas, incluido el comportamiento comunitario. Cuando se utilizan términos específicos de tribus en contextos apropiados de afiliación basada en la tierra, pueden ayudar a cerrar la brecha entre el pasado y el presente de maneras que un término como “abandono” no puede.

Siguiendo el ejemplo de las comunidades indígenas, los arqueólogos y el público en general deben adherirse a los protocolos y entendimientos culturales de las naciones tribales para situar mejor los componentes culturales y de comportamiento del pasado y del presente.

Como arqueólogos indígenas, sentimos que términos como “abandono” son un excelente ejemplo de una falta constante de justicia social y política. Tales términos revelan la perpetuación de los fundamentos coloniales de la disciplina arqueológica y la posterior comprensión pública sobre el pasado.

La terminología, los tropos y las designaciones arqueológicas tienen el poder de moldear percepciones que pueden impactar negativamente la tierra. Contribuyen a la continuidad de las nociones capitalistas occidentales de valor, importancia y, en última instancia, de lo que se considera “vivo” en el mundo. Esto, a su vez, contribuye a la actual falta de acción y compromiso en tiempo real para cambiar efectivamente las limitaciones legales de las leyes, políticas y prácticas de gestión de recursos culturales que impactan los sitios ancestrales indígenas y las comunidades actuales.

Como muestra la amenaza minera a Chi Ch’il Biłdagoteel (Oak Flat), esta falta de protección tiene importantes repercusiones. Líderes indígenas y activistas comunitarios están luchando para defender este lugar vital de importancia ancestral y contemporánea: “No se puede dar la espalda a un lugar que va a ser asesinado”, dijo el líder de Apache Stronghold, Wendsler Nosie, en la Cumbre de Oficiales de Sitios Sagrados de la Asociación Nacional de Preservación Histórica Tribal de 2021.

Pero incluso cuando Biden detuvo el proceso para consultar con las tribus sobre el futuro de Chi Ch’il Biłdagoteel, es necesario implementar protecciones legales a largo plazo para que este y otros lugares estén protegidos a perpetuidad y no temporalmente o no estén protegidos en absoluto.

La arqueología, tal como se enseña y practica en las universidades o en entornos de campo, puede ser bastante mundana y rutinaria; es posible que los impactos de ese trabajo no se sientan de inmediato. Sin embargo, muchos dentro del campo no se dan cuenta del alcance que tiene la arqueología para influir en las percepciones de los pueblos indígenas y, en consecuencia, en cómo se los trata en el pasado y en el presente.

Un tropo como el abandono puede parecer trivial o intrascendente. Sin embargo, una comprensión más profunda del uso de tales términos puede revelar lo que representan las palabras: prejuicios humanos, moral, creencias. El poder absoluto de las palabras que hablamos y escribimos afecta el mundo que nos rodea.

Para los pueblos indígenas, esos efectos son demasiado reales. Si podemos guiar el lenguaje que se utiliza para describirnos a nosotros y a nuestro pasado, podemos cambiar las percepciones que otras personas tienen sobre nosotros y los lugares, historias y temas que valoramos.

Fuente: Sapiens/ Traducción: Maggie Tarlo

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Observatorio de ciencias antropológicas.

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