¿Qué está diciendo la antropología sobre el coronavirus? (Parte 2)

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por HORACIO SHAWN-PÉREZ

El campo de la antropología está tratando de tomar notas, y empezar a entender, el fenómeno del coronavirus. Aunque será una empresa larga, ya se van sumando temas, estableciendo perspectivas, consolidando polémicas, descartando paradigmas. Veamos a continuación, por ejemplo, cómo en el ámbito antropológico ya se discute el resurgimiento de los nacionalismos fuertes, el discurso bélico sanitario, las separaciones despectivas entre “nosotros” y “ellos” marcadas por estereotipos de culturas nacionales, las narraciones contradictorias de los medios de comunicación, las crónicas sostenidas en igualitarismos sociales irreales, la perspectiva disciplinaria adultocéntrica, el sistema económico chino cuyo principal movimiento lo asumen las personas, no los bienes, y mucho más. Aquí, un resumen. 

Erik Bähre, antropólogo de la Universidad de Leiden, la universidad más antigua de Holanda, reflexiona sobre la situación en el país: “Los sentimientos nacionalistas ya son fuertes y me preocupa que este virus y la forma en que se trata fortalezca el nacionalismo. En este punto, tengo una opinión diferente que el antropólogo Oskar Verkaaik, quien argumenta que esta crisis podría socavar los sentimientos populistas. Ya existe una tendencia entre los holandeses a tener actitudes orientalistas hacia Italia, por ejemplo, un sentido de superioridad donde ‘ellos’ tienen emociones, socialidad y corrupción y ‘nosotros’ somos prácticos y racionales e intentamos asegurarnos de que la economía funcione correctamente. Mi impresión es que esta crisis amplifica tales sentimientos”.

Y sigue: “Analizar cómo los países responden de manera diferente es una tarea precaria, que puede conducir fácilmente a la reproducción de nociones estereotípicas de ‘cultura nacional’. No somos expertos médicos, pero se nos presenta lo que parece un consejo experto contradictorio con consecuencias importantes para nuestras vidas. Parece que las diferencias culturales juegan un papel en cómo los expertos, los gobiernos y los ciudadanos responden al virus y sus incertidumbres”.

Discutiendo en el mismo contexto, la antropóloga Irene Moretti, de origen italiano, también en la Universidad de Leiden, suma: “Noté los sentimientos nacionalistas. También estuvieron presentes en Italia, solo contra la comunidad china. Espero que esta crisis común, esta pandemia, nos ayude a superarlos, desde el gobierno hasta el nivel ciudadano. Pero aún queda la incógnita del ‘después de que la crisis haya terminado’ y la reapertura de las fronteras”.

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Y agrega: “Desde mi posición de un extranjera dentro de la cultura holandesa, no noté muchas diferencias en términos de comportamientos responsables individuales. Lo que noté es que aquí se presta más atención al aspecto económico de la pandemia. También observo esto en la vida cotidiana. Las diferencias en la forma en que la aplicación de solicitud de pago Tikkie que ha sido bienvenida aquí y discutida en el extranjero sería un buen ejemplo. Probablemente, el lenguaje que los políticos eligieron adoptar reproduce y está influenciado por las actitudes culturales hacia el dinero, su uso e importancia. Los discursos pronunciados por Conte (primer ministro de Italia) y Rutte (primer ministro de los Países Bajos) difieren en términos de contenido y tono”.

Concluye: “La incertidumbre juega un papel importante. Tomar decisiones ahora no es un negocio fácil y para tomar estas decisiones muy complejas, las personas recurren a sus visiones del mundo. Sin embargo, como antropólogos podemos ver no solo las diferencias culturales, sino también la moralidad que subyace en la producción y aplicación del conocimiento experto”.

Ernesto García López, antropólogo en la Universidad Duke en Madrid, escribe: “El coronavirus no solo se ha instalado en nuestras vidas como un problema de salud con dramáticas consecuencias sociales y económicas, sino también de pensamiento y concepción del mundo. Y digo de pensamiento, porque durante las últimas semanas de encierro hemos asistido desde los grandes medios de comunicación e instituciones a un aluvión de narraciones, símbolos, retóricas, opiniones y experticias, que no han parado ni un minuto de ‘delimitar’ lo que es plausible y lo que no. Todo lo que queda fuera de ese perímetro interpretativo no merece ser tomado en consideración”.

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Y prosigue: “En aras de proveer a la tribu de disciplina y esperanza se han sobrexcitado los valores patrióticos y nacionalistas; se ha recuperado una grandilocuencia militar y belicosa; se ha impostado una crónica ‘falsamente igualitarista’ de la enfermedad, desocializada, unívoca, ajena por completo a las desigualdades estructurantes, a las diversidades culturales y étnicas, a la división sexual del trabajo. Se ha privilegiado un punto de vista marcadamente adultocéntrico, infantilizando a los propios niños y niñas, como si no tuvieran capacidad de raciocinio para habitar la coyuntura; y, por encima de todo, se ha optado por una ‘unidireccionalidad de la gestión’. Las energías políticas discurren desde el poder gerencial (‘arriba’) hacia las bases gerenciadas (‘abajo’). La gobernanza, más que nunca, nos galvaniza centralizada y dirigida por los cuarteles de mando, que para eso estamos en una metafísica de guerra”.

Biao Xiang, nacido y criado en China, profesor de antropología en la Universidad de Oxford, anota: “Las epidemias están estrechamente relacionadas con la movilidad de la población. Pero el brote de COVID-19 es especial porque la movilidad de la población en China 2020 no solo es frecuente y prevalente sin precedentes, sino que también se ha convertido en una base de la economía global y el sustento de muchas personas. La circulación de bienes y el movimiento de personas son posiblemente más importantes que las líneas de ensamblaje en las fábricas para mantener el crecimiento. La epidemia de COVID-19 y las respuestas posteriores son particularmente impactantes porque detienen abruptamente lo que podríamos llamar una ‘economía de movilidad’”.

Continúa: “La epidemia de COVID-19 ha desencadenado ‘reacciones de cuadrícula’. Las comunidades residenciales, distritos, ciudades e incluso provincias enteras actúan como redes para imponer una vigilancia general sobre todos los residentes, minimizar la movilidad y aislarse. En el sistema administrativo chino, una cuadrícula es un grupo de hogares, que van desde 50 en el campo hasta 1000 en las ciudades. Los gerentes de cuadrícula (normalmente voluntarios) y los jefes de cuadrícula (cuadros que reciben salarios estatales) se aseguran de que la basura se recolecte a tiempo, los automóviles estén estacionados correctamente y no sea posible una manifestación política. Durante un brote, los gerentes de la cuadrícula visitan de puerta en puerta para verificar la temperatura de todos, distribuyen pases que permiten que una persona por hogar salga de casa dos veces por semana y, en el caso de la cuarentena colectiva, entreguen alimentos a las puertas de todas las familias tres veces al día”.

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Y añade: “La reacción a la cuadrícula, al igual que el virus COVID-19, es altamente contagiosa. Una vez que el gobierno central declaró la guerra contra el virus, las localidades de todo el país adoptaron medidas estrictas, incluso en lugares remotos sin infección reportada. En poco tiempo, toda la nación se puso a punto de estancarse. La reacción a la cuadrícula no se trata solo de redes comunitarias; se refiere a la estrategia general, indiferenciada y bélica. Convertir hospitales enteros en salas COVID-19 y construir barricadas alrededor de las aldeas también son parte de la reacción de la cuadrícula. La reacción a la cuadrícula puede ser profundamente perjudicial. En primer lugar, al igual que cualquier reacción en cadena, la reacción en cuadrícula indujo movimientos involuntarios que pueden propagar aún más el virus”.

Y se pregunta: “Cuando la sociedad china se vuelve más móvil, las respuestas a los riesgos parecen más crudas y torpes. ¿Cómo se puede organizar una economía de la movilidad de una manera más sostenible y equitativa? Este es un desafío fundamental para los investigadores y los responsables políticos en las próximas décadas”.

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Observatorio de ciencias antropológicas.

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