por STALE WIG y NEFISSA NAGUIB
¿Cuándo fue la última vez que leíste un libro sin revisar tu teléfono? Hace dos años, planteamos esta pregunta a nuestros estudiantes de pregrado en antropología política en la Universidad de Oslo. La respuesta: ochenta rostros sorprendidos mirando hacia atrás al otro lado de la sala de conferencias. Nuestra pregunta, y la discusión que siguió, marcaron el comienzo de un experimento en la enseñanza de una clase voluntaria de “lectura profunda” con el propósito de guiar a los estudiantes hacia el placer de perderse en un libro, incluso uno desafiante.
Todos hemos escuchado a los maestros lamentarse de que “los estudiantes ya no leen”. La culpa está en la infraestructura de distracción digital, que define nuestra vida académica. Los seminarios y las salas de lectura de las universidades de hoy ya no tienen el aspecto de antes. Las computadoras portátiles brillan en los rostros de los estudiantes, mientras que los teléfonos celulares vibran y zumban para llamar su atención.
Mientras tanto, en los comedores y cafés, académicos y estudiantes discuten el papel de la tecnología digital en la vida académica. Un número cada vez mayor de profesores opta por prohibir las computadoras portátiles en las conferencias. Sin embargo, otros sugieren incorporar tecnología digital como parte de la enseñanza en el aula, aunque con precaución (por ejemplo, Khalikova 2017). Estos últimos meses, la pandemia de Covid-19 ha hecho más urgente la cuestión de qué papel debería jugar la tecnología digital en la vida académica. Es una cuestión sobre la que los antropólogos, conocidos por su perspectiva crítica sobre lo que “se da por sentado”, están bien equipados para reflexionar, pero a la que la antropología como disciplina no ha prestado suficiente atención.
Los etnógrafos describen y analizan las crecientes preocupaciones sobre el daño digital, por ejemplo, entre los “desintoxicadores digitales” en el Área de la Bahía de San Francisco en los Estados Unidos (Sutton 2020), pero como colegas, aún no hemos llegado a un acuerdo sobre qué papel deberían desempeñar las tecnologías digitales en nuestra propia enseñanza.
En medio de las quejas, comenzamos una conversación sobre cómo traer de vuelta la lectura a la vida estudiantil, una lectura que fuera sin distracciones, sostenida, tediosa, meditativa y, al final, gratificante. A esto lo llamamos lectura profunda.
Desde nuestra charla inicial con una taza de café sobre los estudiantes que no leen lo suficiente hasta una conversación más profunda sobre cómo podríamos cambiar esta situación, les ofrecimos a los estudiantes un seminario voluntario adicional. Invitamos a nuestros ochenta estudiantes de antropología política a inscribirse en dos sesiones voluntarias de lectura profunda de seis horas: una que se llevó a cabo al comienzo del semestre y otra al final. Alrededor de treinta se inscribieron en cada sesión a través de un formulario en línea que enviamos a la clase. Reservamos una sala agradable en la biblioteca de la universidad con sillas cómodas y acordamos una serie de pautas que permitirían al grupo perderse en sus libros. Antes de cada seminario, les pedimos a los estudiantes que usaran la siguiente receta:
- Trae la misma monografía etnográfica de la lista de lectura utilizada en clase.
- Pon el teléfono móvil en modo avión o apágalos y colócalos fuera de tu alcance y de tu vista.
- Lleva un refrigerio.
- Por supuesto, ve al baño y toma las pausas para el almuerzo, pero guarda silencio en nuestra sala de lectura compartida y preferiblemente fuera de este espacio.
- Si sientes la necesidad, toma notas a mano sobre tu lectura, pero no demasiadas. El punto es leer, no anotar. Confía en la capacidad de tu mente para absorber y asociar.
- Abraza el silencio, la concentración y, si es necesario, el aburrimiento.
Después de pasar cinco horas juntos en silencio en la sala de lectura, el ritmo se había ralentizado: menos temblores, tos y control de la hora. Estábamos listos para una hora de compartir nuestras experiencias. La respuesta fue extraordinaria:
- Durante la primera hora, más o menos, los estudiantes informaron que tenían dificultades para mantenerse concentrados. Algunos describieron la sensación de manera similar a tener síntomas de abstinencia, con sus teléfonos fuera de su alcance y una página mirándolos con gravedad. Sin embargo, finalmente, todos los estudiantes entraron en un estado de lectura en el que las páginas del libro se volvieron por sí mismas, formando asociaciones inesperadas.
- Los estudiantes informaron que podían leer más de lo que habían hecho antes en una sola sesión.
- Los estudiantes descubrieron que podían aprovechar la dinámica de grupo para facilitar el enfoque. Una vez juntos en la misma habitación, los participantes se animaron mutuamente a mantenerse alejados de las distracciones digitales.
- Al abstenerse de tomar notas excesivas, hicieron asociaciones más allá de las palabras de la página.
- Al final del semestre, un grupo de estudiantes que había participado en nuestras sesiones organizó nuevos seminarios de lectura profunda dentro de otros cursos. Se apropiaron más de su experiencia de aprendizaje.
- Como instructores, nos sorprendió su sentido de logro personal y alegría después de cada sesión debido a su éxito en resistir sus distracciones habituales.
- Como docentes, también sentimos una sensación de logro, redescubriendo algo que se había perdido en nuestros propios hábitos de trabajo, a saber, la sensación de encanto que una narración etnográfica, o cualquier narrativa, proporciona si te permites perderte en ella.
Durante los siguientes dos semestres, organizamos seminarios de lectura profunda al comienzo y al final de otras cuatro clases, con resultados similares de los estudiantes. Cada vez, asignamos una monografía etnográfica, y designamos de tres a seis horas de lectura colectiva en silencio, tiempo suficiente para “profundizar”. Actualmente, nos estamos preparando para incluir seminarios de lectura profunda como parte de nuestra enseñanza en el otoño de 2021. Queda por ver cómo estas prácticas pueden ampliarse, integrarse en la enseñanza en el aula o aplicarse en otros contextos (incluso en línea). Dejando atrás nuestras quejas, consideramos nuestro compromiso con la lectura profunda como una conversación que acaba de comenzar. Los invitamos a todos a unirse.
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Referencias
Khalikova, Venera R. 2017. “Teaching with Digital Technology: In-Class Applications.” Teaching Tools, Fieldsights, June 2.
Rockmore, Dan. 2014. “The Case for Banning Laptops in the Classroom.” New Yorker, June 6.
Sutton, Theodora. 2020. “Digital Harm and Addiction: An Anthropological View.” Anthropology Today 36, no. 1: 17–22.
Fuente: SCA/ Traducción: Mara Taylor