por ELENA PÉREZ ÁLVARO – Universidad Internacional de La Rioja
A lo largo de la historia, tanto personas como productos han sido transportados a través de lagos, ríos y océanos. Continentes enteros han sido descubiertos, colonizados y defendidos a través del mar. Y, como consecuencia de esta movilidad, barcos, ciudades y monumentos han quedado sumergidos por razones naturales o humanas.
La UNESCO define el patrimonio cultural subacuático como “todos los rastros de existencia humana de carácter cultural, histórico o arqueológico, que hayan estado bajo el agua, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años”.
Su conservación es importante no sólo por el estudio de los objetos por sí mismos, sino por la información que ofrecen sobre el pasado. Al dar una imagen completa de las civilizaciones humanas, forma parte del patrimonio tangible de una nación, pero también puede tener valores más intangibles.
Por ejemplo, puede servir como herramienta diplomática, como portador de la identidad de muchas comunidades hoy desaparecidas, como cementerio subacuático o como contenedor de una historia todavía oculta.
Mirar al pasado
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, adoptada por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas en 2015, incorpora 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Estos objetivos fomentan estrategias para reducir la pobreza y mejorar la salud y la educación, reducir la desigualdad y estimular el crecimiento económico. También se abordan cuestiones como el cambio climático y se trabaja para preservar los océanos y la tierra. Los objetivos pretenden equilibrar las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la medioambiental.
Pues bien, el patrimonio cultural subacuático es una fuente internacional de inestimable conocimiento del pasado que puede enseñarnos a lidiar con temas sociales, medioambientales y económicos del presente y del futuro. Este conocimiento puede ayudar a comprender no sólo los problemas de identidad regionales o nacionales, sino también internacionales.
Conflictos con el patrimonio cultural subacuático
Es cierto que el patrimonio cultural subacuático puede ser un motivo de conflictos políticos, ya que los datos procedentes de la arqueología subacuática afectan a la sensibilidad de la defensa nacional.
La información arqueológica puede revelar secretos militares, problemas de seguridad nacional, cuestiones medioambientales o demostraciones culturales. Sin ir más lejos, China está realizando diversas reclamaciones territoriales en el mar de China Meridional intentando demostrar su presencia histórica en la zona a través de la arqueología subacuática.
Las reivindicaciones sobre el patrimonio cultural subacuático pueden ser muy controvertidas. Una de las cuestiones que más dificultades conlleva es la propiedad del patrimonio cultural subacuático de comunidades que fueron colonizadas, que no existen en la actualidad o cuyo territorio pertenece ahora a un Estado diferente. El retorno de objetos culturales de comunidades indígenas, por ejemplo, es todavía una cuestión sin resolver.
Ventajas del patrimonio
Pero el patrimonio cultural subacuático es también una prueba de transmisión intercultural. Los barcos eran los principales vehículos de comunicación y comercio en el pasado y, en consecuencia, influían en las ideologías de diversas culturas. Los yacimientos arqueológicos terrestres están más relacionados con una identidad cultural nacional. Sin embargo, un barco encarna una diversidad mucho mayor dentro de la historia, no sólo por las diferentes nacionalidades de marineros y pasajeros a bordo, sino por los puertos de origen y destino.
En consecuencia, puede aportar información para comprender la diversidad de la sociedad en diferentes regiones del mundo y épocas. Se ha averiguado, por ejemplo, que el pecio Vrow Maria, hundido en 1771, llevaba a bordo una gran colección de obras de arte adquiridas en una subasta en Ámsterdam, incluyendo pinturas holandesas del siglo XVII, que habían sido compradas por aristócratas rusos y Catalina la Grande.
Lucha climática y salud
Los datos obtenidos de los cuadernos de bitácora a bordo de los barcos pueden ayudar en la lucha contra el cambio climático. Al fin y al cabo incluyen anotaciones hechas por los capitanes de los barcos acerca de los cambios en las corrientes marinas, las temperaturas del agua o las modificaciones geológicas en las costas. Es decir, información muy valiosa para entender los cambios que los océanos están sufriendo hoy en día.
Además, muchos barcos hundidos sirven como arrecifes artificiales que acogen la vida de diversas especies de peces. De hecho, en numerosas ocasiones es imposible dividir el patrimonio cultural y natural: la arena que cubre estos lugares arqueológicos forma un ente indivisible con los objetos en sí. Por tanto, ambos patrimonios forman un tándem para entender y proteger océanos, ríos y lagos.
Por ejemplo el USS Arizona en Hawái, un pecio que está completamente monitorizado, ofrece continua información sobre la temperatura del agua, cambio en las corrientes o comportamiento de algunas especies de peces.
Además de estos ejemplos, el patrimonio cultural subacuático puede aportar información sobre educación (por ejemplo ofrecer conocimiento sobre el comercio Atlántico de esclavos), derechos humanos (como el blackbirding, una práctica que consistía en raptar a mujeres indígenas de islas del Pacífico para obligarlas a bucear para recolectar perlas), y la historia de mujeres en el mundo de la navegación (como Grace O´Malley, una pirata del siglo XVI).
También puede enriquecer las experiencias turísticas de barcos hundidos y los recorridos con buceo para visitar yacimientos arqueológicos, incluyendo los programas de deporte adaptado.
Es, por lo tanto, importante tener en cuenta este pasado oculto para ofrecer respuestas a los desafíos a los que se enfrentan las sociedades del presente y el futuro.
Fuente: The Conversation